sábado, 19 de mayo de 2007

cesar navarro

Las abejas melíferas pueden reconocer rostros humanos

¿Le parece que todas las abejas son iguales?

Un nuevo estudio ha demostrado que las abejas, que poseen sólo un 0,01% de las neuronas que tenemos los humanos, pueden reconocer y recordar un rostro humano.
Para los humanos, reconocer una cara es una capacidad importante para la vida cotidiana. Cuando miramos el rostro de otras personas, rápidamente se activa una zona especial del cerebro: el "gyrus fusiforme" (fusiform gyrus).
¿Pero pueden los animales, si no poseen esta estructura en el cerebro, diferenciar un rostro de otro?
Conociendo la capacidad de estos insectos de reconocer entre diversas flores, el científico de ciencias visuales Adrian Dyer de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) se preguntó si esa capacidad se extendiía a otros contextos. Dyer y sus colegas colocaron fotografías de distintas personas, que fijaron sobre un tablero.
Dando una solución de sacarosa (azúcar) como recompensa a las abejas, el equipo hizo que los insectos encontraran su premio siempre en el mismo rostro, que variaban de localización.
Aun habiendo removido el azúcar del rostro elegido, las abejas continuaron acercándose a éste con un 90% de acierto.
El articulo fue publicado en el Journal of Experimental Biology y llega a la conclusión de que los insectos pueden fijar en su memoria el rostro de una persona hasta aproximadamente dos días después.
Dyer opina que "los resultados ponen a prueba la idea de que para reconocer un rostro humano se necesita una parte especial del cerebro. Uno ve funciones del cerebro humano y las atribuye como propias de un complejo cerebro de mamífero, hasta que uno va y hace la prueba con abejas, y entonces no puede negar el hecho de que un cerebro simple también lo puede hacer".
El científico Michael Tarr de la Universidad de Brown en Providence (Rhode Island), especialista en el área de neurociencia cognitiva, comentó que "este es un trabajo claro, que muestra que las abejas son más inteligentes de lo que la mayoría de la gente piensa". Pero cree que la tarea que cumplieron esas abejas no tiene mucho que ver con el modo en que los humanos reconocemos rostros. "Si hubiesen usado papas [en lugar de rostros], el resultado hubiera sido el mismo".
El etólogo James Gould, quien ha realizado un extenso estudio de cómo reconocen las flores las abejas, está de acuerdo con que los humanos tenemos una razón evolutiva específica para ser capaces de reconocer los rostros de otras personas, mientras que para las abejas sólo se trata de forma y textura. Es decir, para las abejas, "los rostros humanos son una flor de extraño aspecto".

Beatriz Guzman



Entre la infinidad de insectos que participan en la polinización, la abeja melífera (Apis mellífera) es con mucho la más eficaz. Este predominio se acentúa en el caso de las plantas de interés agrícola. Si hace varios años de cada cien insectos visitadores, las abejas eran 70-80, hoy día, debido al progresivo retroceso de especies polinizadoras salvajes a causa de las condiciones ambientales, el porcentaje alcanza el 90-95% de todas las visitas de insectos. Por lo tanto se puede considerar a la abeja como una profesional de la polinización.
La función polinizadora también se relaciona con la organización colectiva de miles de individuos y con el ciclo biológico de una colonia de abejas. Sólo ellas, al superar en masa el invierno, están preparadas y con todas sus energías en la primavera para el trabajo de polinización que da inicio en muchas hectáreas de cultivo.
Haciendo un recuento, vemos que en una colonia de medianas dimensiones viven unos 60.000 individuos, de los que 2/3 (unos 40.000 aproximadamente) más o menos salen todos los días a por polen y néctar, con una frecuencia diaria de 15 ó 20 viajes, durante cada uno de los cuales visitan de 30 a 50 flores. Una vez hechas las cuentas, para una sola colonia, en un día alcanzamos ya la magnitud de millones de flores visitadas diariamente. Si consideramos, por experimentos realizados, un radio medio de trabajo de 1.500 m, cada colmena se encargaría de 700 hectáreas de terreno. Si además tenemos en cuenta que cada flor cede a la abeja néctar en cantidades que se miden en miligramos, para cada kilo de miel hacen falta cientos de miles de visitas. Este rápido repaso nos puede dar una idea de la magnitud del fenómeno.
La gran capacidad de adaptación de la abeja a cualquier tipo de flora es otro tanto a su favor, y más aún al estar combinada con su estricta fidelidad a una especie vegetal dada, pues cuando las abejas han elegido una especie determinada, trabajan con ella hasta que agotan sus reservas tanto de néctar como de polen. De hecho, los granos de polen que transportan en sus patas son, en el 90% de los casos, de una sola especie en concreto.
La dimensión agrícola actual revaloriza el papel de la abeja como profesional de la polinización. La modernización de la agricultura, basada en los monocultivos, los cultivos protegidos, el recurso a la hibridación y el uso creciente de variedades autoestériles requieren un importante trabajo de polinización, concentrado en poco tiempo y en codiciones especiales (invernaderos).
Y un motivo del predominio de la abeja como polinizador son los considerables y no siempre positivos cambios que la sociedad humana provoca en el medio. La contínua extensión de las áreas urbanas, la deforestación, la contaminación ambiental, además del tipo de agricultura que acabamos de mencionar y sobre todo el recurrir a la química en cantidades masivas, a menudo indiscriminadas, para la lucha contra las plagas de los cultivos, han provocado la disminución y la total desaparición en algunas áreas de los polinizadores salvajes: abejorros, abejas solitarias, avispas, dípteros, coleópteros, etc, que en cierta medida contribuían a la polinización.